sábado, 27 de noviembre de 2010

Propina

Sigo tus ojos
huidizos, grises como
peces de plomo.

La rosa de los vientos, creo

hola, cielo
te escribo desde el país de las incertidumbres, donde cada día es preludio de lo inesperado. me pides que te cuente cómo va todo últimamente. pues bien: va, va y sigue yendo hacia adelante, siempre adelante, con una febril inercia que me impulsa hacia el mañana, un viento por la espalda que me va empujando sin que sepa nunca cómo ni por qué me he metido por ese camino. una fuerza brutal me arrastra hacia el centro de la tierra, y me voy dejando llevar. una caída, o tal vez un resalto, son cosas que no puedo diferenciar. debe ser eso que llaman magnetismo, o debe ser que tengo el alma imantada, y la tuya es un trozo de frío metal: me atrae sin contemplaciones. magnetismo o abismo. el alma tan imantada que a veces me pesa como si fuese de plomo.
sabes? no estoy desorientada. lo que pasa es que se me han roto todas las brújulas, hasta las que apuntaban a ti, y ahora sus agujas dan vueltas como desquiciadas, describiendo círculos a tu alrededor. me estoy perdiendo. todo el mundo me lo dice desde hace semanas: que me frene, que me frene...pero si me paro no sé si voy a saber encontrarme. no sé a dónde voy, pero no puedo detenerme.
debe ser que estoy perdiendo el norte, o eso me hacen creer. pero no. por primera vez tengo muy claro dónde está el norte. el norte es donde estás tú, muy al norte, tan dolorosamente al norte y tan lejos que no puedo evitar divagar. sé que el aire allí es una helada corriente que te envuelve.
vuelve. tengo ganas de oírte decir que no pasa nada y que todo son rachas, que ya pasarán. las mentiras suenan dulces cuando eres tú quien las pronuncia. tengo ganas de escuchar tu acento, sin es que aún lo conservas, y de que interpretes el brillo de mis ojos, si es que aún me queda algo. que descifres si las lágrimas son de rabia o de trsiteza, o que me adivines ilusión en la mirada. tengo un hambre de abrazos que no se sacia con nada, un vacío que tu ausencia va agrandando.
me he quedado sin ejes sobre los que apoyarme, sin puntos de referencia. mis coordenadas son tan confusas que he decidido apagar la razón, y navego y naufrago y me hundo y salto y ya no sé cómo llegar al centro. me dicen que me relaje y que no hay de qué preocuparse. también me dicen que ya no me pueden dejar sola.
sola.
qué ironía.
lo que más me duele es que los kilómetros tengan mil metros, y lo que quede esperando al final del camino no sea más que una sombra de aquello que recordabas con cariño.
no sabes cuánto lo siento, cielo, pero eso es lo que debo ser ahora.
ahora mismo no puedo ponerte mi dirección para que me envíes una respuesta. ni siquiera sé dónde estoy viviendo todos estos días.
tampoco tengo miedo, y eso es lo más preocupante.

p.d.: no fue un día de mayúsculas, al parecer...

domingo, 7 de noviembre de 2010

Ovejas descarriadas

Sin demasiadas ganas
se te escurre la sonrisa
por la cara
y me exhalas
tu aliento
en la mirada
sabiéndote despierto
de madrugada
una nube de vaho
en la ventana
sin saber dónde irá
el viento
mañana
una mano descarada
que apuñala:
ovejas descarriadas.
Complicada
tu sombra me parece
complicada
viendo la furia
con que te encaramas
a las cimas más profundas
de la nada.
Y por no padecer
ni siento
y por soñar
por soñar que no quede
y pídele al sol
que te lleve
allí donde su rayo muere:
detrás de los andenes.
 
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