martes, 31 de agosto de 2010

Una noche así...

Son noches sin estrellas, con el cielo anaranjado por las luces de la ciudad, o por una sutil amenaza de tormenta. Al menos la luna brilla alta en el cielo, o tal vez no, pero su resplandor nos alienta. Son noches de danzas enloquecidas, y también de caídas, de espaldas contra el asfalto y risas fugitivas, de sangre resbalando por la rodilla, debajo de puentes imposibles. Noches de espuma de cerveza y de palabras deslenguadas, de deseos inconfesables que asoman a la superficie, de grietas en la coraza. De quemaduras de cigarro de las que dejan cicatriz. Noches de terraza, de brindis, de humo y de yerba, de flashes, de sombra, de cubitos de hielo y sonrisas caldeadas, de guiños, de fetiches y de corrientes subterráneas. Noches aisladas, como burbujas sin minutos, de mirar hacia abajo, hacia las avenidas por las que sí fluye el tiempo, en lugar de quedarse remansado en un instante de magia y fuego.
Noches de litronas en el maletero y acordes en la distancia, de saltos, fiebre y euforia, de canciones a gritos, y de globos fantasmales. Noches de llovizna en las pestañas, y de manos tibias y abrazos cálidos, de ingravidez, de fuerza y de ligereza. Noches de piscinas oscuras y azoteas con luz, de hogazas de pan y botellas de agua, de descubrimientos. Noches de miradas de casi desconocidos, de sábanas compartidas, de farolas colándose por entre las mosquiteras, de contraventanas abiertas y persianas de bambú. Noches de paredes moradas, de sonidos que saben a viejo pero impulsan resortes.
Noches de maletas a medio hacer a los pies de la cama, noches sin sueño, de caricias certeras como nunca, de susurros y de manos. Noches desgarradas al alba por el martillo y el yunque, perdiendo los estribos. Noches de reflejos en el agua, de pináculos y nubes tétricas, de mares de mentira. Noches de cuatro quesos, de vino andaluz y de arroz indio, de gotas de agua cayendo en vasos llenos. Noches que sólo duran unas horas, porque sólo será mañana cuando me haya despertado.
Noches de colchones en el suelo y de bordillos de acera, de sudor en las paredes, de jaleo, de jarana y de discos que se paran. Noches de fichas de póker, de balas perdidas y frases de camino a los labios, de momentos que se fijan. Noches de oscuridad cómplice. Como dijo Bukowski: una noche así deja a la vida entera a la altura del barro.

P.D: Aquí debería dejar un teléfono de aludidos, por las dudas.

viernes, 27 de agosto de 2010

De imposibles

Ah, escapar de mí misma y pensar
más allá del velo sobre los ojos;
contemplar mi vida como si fuera ajena
mirar al mundo a través del cristal.

Ah, distinguir al fin lo bueno de lo viejo
y discernir cuánto de humilde hay en lo sublime.
Y puestos a emprender tareas sin límite
comprender el delirio en que se vive.

Amb el cel als ulls

Els teus ulls, com el cel,
són blaus quan, a trenc d'alba,
tot el sostre s'aixeca malva
lliure de cap núvol plujós.

Però esdevenen d'un blau grisòs
quan la boirina vetla el sol
i tot el cel, com els teus ulls,
s'alça en un matí de dol.



lunes, 23 de agosto de 2010

Lluvia de haikus

Silencio impuesto
por los otros que duermen.
Yo cantaría.


Un sentimiento
como gota de agua
corre por la sien.


Late tranquilo
el reloj que no cesa
golpe tras golpe.


Pasan los días
pensando qué llenará
los venideros.


Aspiro a escribir
futuro sin tachones
y en mayúsculas.


Arte es encontrar
magia en el momento
más cotidiano.


P.D: Haikus antiguos, recién rescatados de entre la bruma

Nana del sueño esquivo

Para cuando llegue la madrugada
y en silencio azul de noche estrellada
te sorprenda preguntándote por qué
tus ojos cansados no quieren dormir
no halla consuelo el dolor punzante
y sin descanso da vueltas tu mente:
has de saber que la lágrima ardiente
que te roba el sueño noche a noche
tiene esencia de veneno y sangre
impregnada en tus sábanas oscuras
haciendo de tu lecho una mortaja.
Peor que llorar es enterrarse en llanto,
ahogarse en vida, sin vuelta atrás;
por eso, ahora, duerme y respira:
no hay pena tan grande que impida soñar.
 
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